domingo, 12 de octubre de 2008

CUENTO DE REFLEXIÓN

EL ATAUD DE LA IGLESIA DE SABALETAS

El ataúd permanecía colgado en la sacristía. En la esquina, en la
pared del fondo, al lado de la ventana, se mantenía colgado de unos
clavos de ferrocarril anclados a la pared. Cuando se requería de sus
servicios se descolgaba y se enviaba a la casa del difunto para que lo
velaran en él, una vez se había cavado la sepultura se trasladaba a la
iglesia, se realizaban las honras fúnebres y se hacía un pequeño
desfile desde el altar de la capilla hasta el cementerio que estaba
ubicado en la parte de atrás, se tomaba el cadáver de los hombros y
los pies, se colocaba en la tumba y el ataúd regresaba a la sacristía,
permaneciendo colgado hasta que era requerido por otro difunto. El
ataúd era lo suficientemente grande para ser usado con cualquiera
de los difuntos. Muchas veces el difunto era pequeño y quedaba
nadando en él, otras veces la corpulencia del muerto hacia necesario
que se apretara para que cupiera, inclusive se cuenta de un minero
flaco, enjuto, que medía mas de dos metros y que cuando lo
colocaron en el ataúd la tapa no cerraba, alguien sugirió que le
quebraran las piernas para poder taparlo, al final lo acomodaron con
las piernas dobladas y sin la tapa. Sin importar el tamaño del difunto
el ataúd hacía su tarea. Cuando había una tragedia en las minas,
donde fallecían varias personas, se hacia un velorio y unas honras
fúnebres en grupo, con los cadáveres sobre mesas improvisadas. Una
vez terminada la ceremonia se iban pasando uno a uno al ataúd para
llevarlos hasta la sepultura. Podría decirse que el ataúd era la puerta
de paso al eterno descanso de todos los difuntos de la parroquia. El
acabado del ataúd era burdo, unas tablas ligeramente cepilladas
ensambladas con la ayuda de un ángulo metálico y una tapa que
encajaba en la parte superior, con una cruz de madera en ella, sin
forros de satín o almohadas con boleros como los ataúdes que se
venden en las funerarias del pueblo, tampoco tenia agarraderas ni
tapa con vidrio por donde mirar el cadáver. Para que la gente viera el
difunto, la tapa permanecía contra la pared hasta que se daba la
orden de salida hacia la iglesia, en ese momento le colocaban la
tapa. El paso al mas allá de los difuntos de la parroquia era tan
precario como la vida que habían tenido. Cuando se veía salir el
ataúd de la sacristía se sabía que había muerto alguien, los viejos se
preguntaban si se trataba de alguno que murió de viejo, los jóvenes
si se trataba de un trabajador que había muerto en un accidente en
las minas. Esas eran las dos causas mas comunes de defunción en
aquella vereda. Durante varios años fui el sacristán de aquella
parroquia, dentro de mis obligaciones se encontraba el
mantenimiento de la iglesia y hacer las labores de sepulturero del
pequeño cementerio que acogía sin distingos a los muertos de
aquella vereda miserable. Los dueños de la mina y sus capataces
eran enterrados en el pueblo. La iglesia era muy pequeña, contaba
apenas con unas cuantas bancas para los feligreses, el altar no tenía
mas que una cruz fabricada con un par de trozos de madera burda y
de ella colgaba un pedazo de tela de lino que simbolizaba a Cristo
resucitado, que en un principio fue blanco, pero que con el paso del
tiempo se había vuelto amarillo. El sacerdote oficiaba sobre un
mesón de piedra tallado por los mineros que estaba soportado por
unas columnas también de piedra talladas de manera basta y
descuidada. Los muros de la iglesia eran de tapia, con unos
pequeños nichos donde habitaban imágenes de la pasión de
Jesucristo y que eran sacadas los viernes santos para la procesión de
las once de la mañana. El piso era de ladrillo desde la puerta hasta
el altar, donde se cambiaba por unas escalas de cemento
enchapadas en azulejos. Al corredor central le daba continuidad una
fila de azulejos verdes sobre los que estaba colocado el mesón de
piedra, el resto del altar fue enchapado con azulejos amarillos que
tenían pintado el símbolo del pescado y la corona de espinas. Con el
paso del tiempo las vetas de mineral se agotaron y se fueron
marchando los mineros, solo los mas pobres y desamparados
permanecieron allí trabajando largas jornadas en busca de algo de
oro para obtener su sustento, la parroquia fue perdiendo sus
feligreses y poco a poco la gente dejo de asistir a la misa diaria o la
de los domingos. El cura párroco fue trasladado a una parroquia de
otro pueblo y yo sin más trabajo que hacer me fui a la ciudad a
buscar un empleo para poder vivir. Hoy regreso a la parroquia
después de muchos años, lo que encuentro me llena de nostalgia, es
como si los recuerdos que tengo de aquellos años se hubieran
quebrado de golpe, dejándome solo imágenes fragmentadas de las
situaciones y personajes de aquella época. La iglesia se encuentra
abandonada, las enredaderas cubren la fachada y entre las uniones
de los ladrillos del piso germina la maleza, el altar ya no tiene la cruz,
con seguridad fue consumida por el comején al igual que el lino que
simbolizaba a Cristo resucitado, las imágenes de la pasión no se
encuentran en los nichos y las bancas también desaparecieron.
Solamente se encuentra en el altar el mesón de piedra donde
oficiaba el sacerdote. En el despacho parroquial ya no están los
archivos en que se registraban los nacimientos, los matrimonios y las
defunciones, lo deben haber entregado a la parroquia del pueblo para
su conservación. En la pared del fondo continua colgado el ataúd,
parece que se mantuviera a la espera de un nuevo difunto para hacer
su trabajo. Aunque la madera aun esta intacta, el tiempo también lo
ha tocado, en la caja del ataúd se observan los desechos de paja de
los nidos abandonados donde empollaron torcazas que se colaron al
despacho por las ventanas sin vidrios y los agujeros del techo, la tapa
esta ennegrecida por las cagarrutas de murciélago y el polvo
solidificado por el agua de las goteras que deben ser copiosas en la
época de invierno. La cruz se conserva sobre la tapa, pero tampoco
fue respetada por los animales o el tiempo. ¿Para cuantos difuntos
habrá servido de transporte al cementerio?. ¿Cuantos años tiene
colgado de los clavos de ferrocarril anclados a la pared, desde ese
primer día en que llego a la iglesia? y continua allí, quieto,
inamovible, siempre a la espera de nuevos difuntos que no llegarán.
Desamarré el ataúd de los clavos, con un machete limpié las
cagarrutas de murciélago y el polvo endurecido de la tapa y saque de
la caja los nidos abandonados y la tierra acumulada por el tiempo.
Sobre la caja ya relativamente limpia coloque la tapa y la amarre con
un alambre oxidado, lleve el ataúd hasta la iglesia y lo coloque al
frente del altar de piedra, sitio que había ocupado en innumerables
ocasiones durante muchos años, después cavé una tumba en el viejo
cementerio, regresé a la iglesia, recé algunas oraciones por su eterno
descanso y en un desfile de uno con un ataúd a la espalda lo conduje
al cementerio donde lo coloque por fin en una sepultura, el lugar
natural donde deben terminar la vida los ataúdes, con algunos
maderos viejos construí una cruz y le coloque como inscripción

“DESCANSA EN PAZ”

Juan Uribe 3/07/2007

3 comentarios:

alex dijo...

En la iglesia cuando una persona moria le hacian un funeral desde la capilla hasta un cementerio en el texto nos explican que la iglesia partia el cuerpo de los seres humanos muertos e fallecidos despues de un tiempo las personas cuando morian ya su cuerpo moria en paz con una cruz y una escritura.

andrés uribe alias la pulga papota (jejejeje) dijo...

El texto nos da a decir que cuando un humano moría se le hacia unas oraciones y después y lo cogian de los hombros y los pies se llevaba al cementerio como en una manada de personas para meterlo en el ataúd

iriarte dijo...

EL CUENTO TRATA DE LA HISTORIA QUE HACE UN SACRISTAN QUE TRABAJO EN UNA IGLESIA DE SABALETAS, DONDE HABIA UN ATAUD QUE SERVIA PARA VELAR A TODOS LOS MUERTOS DEL PUEBLO, LUEGO DEL DESFILE HASTA EL SEMENTERIO, SACABAN AL MUERTO Y LO ENTERRABAN SIN ATAUD, ESTE REGRESABA A LA IGLESIA PARA SERVIR DE CAJA PARA OTRO MUERTO. PASARON LOS AÑOS Y EL SACRISTAN VOLVIO A LA IGLESIA VACIA Y OLVIDADA, PERO ENCONTRO EL ATAUD, COLGADO Y SUCIO, LO LIMPIO, HIZO UNA ORACION Y LO SEPULTO, COLOCANDOLE UN LETRERO QUE DECIA: DESCANSE EN PAZ.